Diario 10.5
Hice algo que no debí hacer. Hice algo y vas a estar enojada conmigo.
Estaba hoy sentado en mi sofá, leyendo tu libro. Eran eso de las 4:30 de la tarde y el sol que entraba por la ventana reflejaba contra las páginas color crema del libro. Voy por la página número 31, cuando los personajes principales se conocen por primera vez. Ella loca con él desde el primer instante que lo vio, como tú conmigo.
Me estoy disfrutando el libro pero lo leo con un poco de ansiedad. Ansiedad porque siento que la historia es sobre nosotros y quiero que todo salga bien. ¿Yo soy Robert o Richard? Dios, no me digas. Me da ansiedad también que el libro se acabe, no lo quiero terminar. Cada vez que paso una página y no veo una notita tuya me molesto. “¡Oye! ¡¿Han pasado tres páginas y no me has escrito nada?!” Tus notitas me hacen sonreír siempre. Espero que las que yo te dejé en El Amor En Los Tiempos Del Cólera también se sientan como besitos pasajeros. Los besitos que te daría si paso por la sala y te veo sentada leyendo e, intentando no interrumpirte mucho pero sí interrumpirte un poco, te levanto la carita del libro y te los planto.
Pues ahí en la página 31 sentí esa ansiedad que a veces uno tiene cuando quieres saber el final de una historia y tienes que contenerte para no buscar la última página y tan solo leer la última oración a ver qué dice. No deseas arruinar la historia pero tampoco quieres arruinarte el corazón envolviéndote demasiado en una historia que inevitablemente va a hacerte daño. Solo que, en este caso, no me adelanté para darle un vistazo al final de esta novela sino a leer la última nota que me dejaste en el libro.
Le pasé los ojos por encima muy rápido, te lo juro. Solo quería captar algunas palabras como “contigo” “pertenece” “preocupes” “cositas” y al final dije “A la mierda” y la leí completa. Perdóname, te fallé. ¿Me arrepiento? Sí. ¿Lo haría otra vez? Defintivamente.
Me hacía falta faltarte el respeto de esa manera. Cuando dijiste “Lo vales todo para mí. Por eso no se me hace muy difícil esperar el tiempo que tenga hasta tenerte en mis brazos” sentí mi corazón brincarse un latido. Lo sentí tomarse una pausa. Por un segundo, mi corazón no hizo falta. Tus palabras fueron suficientes. Mi corazón lo sintió y dijo “Vale, ella gana".
Tú ganas, Fer. Tú ganaste hace mucho tiempo. Yo también te escojo a ti y es la única certeza que tengo en esta vida. Voy a siempre hacer lo que tenga que hacer para terminar junto a ti. Y ese esfuerzo lo haré ahora en estas circunstancias y lo seguiré haciendo cuando estemos juntos y cuando tengamos alguna diferencia y cuando discutamos. Y seguiré haciendo lo que tenga que hacer por ti cuando uno de los dos se enferme, cuando falte el dinero, cuando tengas hambre y cuando tengas sueño. Y lo haré cuando esté enojado contigo y si nuestras circunstancias cambian o si un día, por alguna mala jugada del destino, por alguna maldición maléfica de cuentos de hadas, por algún conjuro infernal quedas embarazada. (Zacarías 3:2 = Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás. -Reina Valera 1960)
Lo que sea que nos pase, queramos o no, le meteremos el pecho juntos. Mi pecho primero. Pero juntos.
“No hay vuelta atrás. No hay un después de ti” esas palabras tuyas las llevo en la mano. Te las voy a sacar en cara si es necesario.
Estaba hoy sentado en mi sofá, leyendo tu libro. Eran eso de las 4:30 de la tarde y el sol que entraba por la ventana reflejaba contra las páginas color crema del libro. Voy por la página número 31, cuando los personajes principales se conocen por primera vez. Y sentí que te acercaste a mí, me arrebataste el libro de las manos y lo tiraste al otro lado del apartamento. Y con la misma agresividad te me sentaste encima y me agarraste la cara con ambas manos y me diste un beso violento de esos que te voltean el mundo al revés y te despiertan de un golpe como cuando sientes que te estás cayendo en un sueño y cuando se acaba no sabes qué día es.
Así se sintió tu notita. Quiero más. Agrédeme otra vez.
Te amo, Fer, to di ta. todita, todita, todita.
(bésame ya)
