Diario 11.5

Imagino que estamos sentados en un café mediterráneo al aire libre.

En una de esas mesitas con mantel blanco a la orilla de una calle adoquinada.

Se escucha una guitarra española de fondo.. Gente riendo, copas chocando, tenedores, palomas revoloteando de una ventana a la otra.

Me quito las gafas para mirarte mejor, aunque el sol de media tarde que refleja contra las paredes de estucado me ciegue un poco.

Estás hermosa, con el pelo suelto y una sola trenza al lado derecho, exponiendo tu orejita con aretes y el cuff de bronce que te hizo mi mamá.

Lo estás observando todo, a la gente, las cientos de palomas, los niños jugando, la pareja de viejitos que cruzan tomados de la mano. Está ocurriendo la escena más pintoresca a nuestro alrededor pero yo solo quiero observarte a ti. Tienes la piel bronceada porque llevamos varios días donde lo único que hacemos es tirarnos al sol durante el día y a la luna por las noches. Casualmente nos combinamos, ambos con camisas de hilo blancas enrolladas y pantalones cortos color arena. Los míos son más cortos que los tuyos y me has estado haciendo broma por eso desde el almuerzo pero a mi no me importa. Si los cortos no son de 5 pulgadas de entrepierna, no los quiero. Estos muslos fueron hechos para tomar el sol.

Tu piernita cruzada se mueve al ritmo de la música de fondo. Tienes unas alpargatas de plataforma atadas a los tobillos que estoy loco por quitarte más tarde para darte una masaje en los pies. Siempre me hago como el que no quiere la cosa cuando me pones los pies en la falda y mueves los deditos pidiendo un masaje pero la realidad es que me encanta apretar esos piecitos hasta que te quedes dormida.

Te tomas un tinto de verano, yo voy por el segundo espresso. Amo cuando el viento te sopla de cualquier lado y te recoges detrás de la oreja una mecha de pelo que siempre se sale de sitio. Tú te olvidaste de mí por completo, ni te acuerdas que estoy ahí. Tus ojitos no dejan de brincar de aquí para allá como una niña en una obra de teatro. Me cuesta esfuerzo no voltear la pequeña mesa que nos divide rompiendo la taza y tu copa, abalanzarme hacia ti y comerte toda esa cara a besos.

Los rayos de sol me ciegan y tengo que cerrar un ojo, pero con el otro te sigo mirando a ti. Estoy absorbiéndolo todo, sí, pero desde tu perspectiva.

Le das otro sorbito a tu bebida y volteas a mirarme. Sonríes como me gusta, para mí. Una sonrisa de pura, simple felicidad. Te sonrío de vuelta y me estrechas la mano encima del mantel. Entonces vuelves la vista a la calle, los adoquines, la bicicleta tocando la campanita pero yo no dejo de agarrarte la mano ni de mirarte.. Mirarte mirando el mundo.

Quiero disfrutármelo todo así. Por medio de ti. Ver el mundo que se refleja en tus ojos, sentir el sol sobre tu piel, escuchar la música por debajo de tu risa y las alegrías de la vida que me las cuente tu sonrisa.

Te amo, todita. Cosita mía.

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