Diario 8
Tocas a mi puerta con dos golpecitos cortos.
Cuando la abro lo primero que veo es tu carita, sonriendo como siempre. Tienes tu pelo suelto y se nota que te esforzaste un poquito más por verte especialmente bonita. Tu hermana está a tu lado.
“Epa, Bienvenidas. ¡Pasen, pasen!” les digo mientras mantengo la puerta abierta con mi espalda.
Tu hermana se adelanta y me saluda primero. Me da un abrazo de lado, casual, amistoso, suficiente.
Tú le sigues, das unos pasos hacia mí y pegas tu cuerpito frente a frente contra el mío, con tu cabeza levantada hacia mi cara y una sonrisa más suave que la anterior. Una sonrisa con ojos cerrados que me dice “Ya estoy contigo, ahora dame un besito”.
Recuestas todo tu peso contra mi pecho, como si estuvieras rendida luego de un día largo lejos de mí. Rodeo mis brazos completos alrededor de tu cintura y te beso los labios suavecito. Un besito de esos que se escucha.
Recién besada, satisfecha, me dices “Hey baby” en un suspiro, como siempre se supone que me digas. (Voy a redactar una contrato legal).
Entras a mi apartamento por primera vez. Hay algunos amigos que llegaron antes, ya todos tomando algo, hablando alto. Suena de fondo un disco de jazz viejo y polvoriento dando vueltas sobre mi tocadiscos.
Luego de presentarte a los que no te conocen y hablar un poco, te ofrezco algo de tomar.
“¿Quieres un Old Fashioned?”
“Sí, pero no muy fuerte que tengo que manejar” (Vas a manejar en varias horas así que no importa cuán fuerte lo prepare pero yo, como un buen novio, me trago tus ridiculeces) Entonces me paro del lado del counter donde están las cosas de hacer tragos y tú te sientas en uno de los stools, frente a mí. Todos están justo al lado en la sala hablando pero en este ratito no existe nadie más que tú y yo en la cocina. Miras atentamente todo lo que estoy haciendo. Yo estoy tratando de hacer el trago más delicado y rico que he hecho jamás porque es para mi niña, tiene que ser el mejor.
“Me gusta tu apartamento” dices mientras enderezas la espalda sobre la silla y miras alrededor.
“¿Sí? Pues que bueno porque todo lo que hay aquí es tuyo” digo levantando los hombros y con voz seria. Te lo digo como lo más obvio que podría estar pensando.
“¿oh?” dices haciéndote la sorprendida y veo en tus ojitos el brillo de que acabo de decir algo que querías escuchar. Caes en cuenta que vas a vivir aquí pronto. O, al menos, que la mayoría de lo que ves decorará nuestro futuro espacio compartido.
Te entrego el trago más perfecto del mundo en un vaso de cristal que ahora agarras sabiendo que es tuyo, te beso la frente y nos unimos al resto de amigos.
Así quería que fuera la primera vez que me visitaras. Verte paseándote por mi apartamento como la dueña de todo, planificando en tu cabecita todo lo que vas a cambiar de lugar porque no te gusta donde yo lo puse. Planificando lo que vas a obligarme a botar. Y lo que vas a reemplazar con tus cosas. O mirando todo lo que te gusta y emocionándote al saber que te pertenece también.
Quería verte ponerte cómoda en mi silla y subir los pies mirando a todos los presentes con aires de “Están en mi casa y son mis invitados”. Y que te imagines todos los besos que te daré entre esas paredes y te preguntes si los vecinos nos escucharán cuando me grites discutiendo o si te escucharán gritar cuando (REDACTADO. EL USO DE LENGUAGE EXPLÍCITO Y TEMAS SUGESTIVOS ESTÁ PROHIBIDO EN ESTE SITIO) o si cabemos los dos en la cocina para preparar la cena juntos o si es mejor que yo cocine y entonces tú te encargas de limpiar. Que te imagines quedándote dormida en mis brazos sobre el sofá y despertando entre mis brazos sobre la cama. Que te imagines maquillándote en el baño y yo desmaquillándote a besos cuando lleguemos del salón. Corriendo porque vamos tarde a algo o diciéndome que me vas a castigar si no me quito los zapatos la próxima vez que entre. Que te imagines siendo feliz en nuestro pequeño mundo, invitando a tus papás a cenar los Domingos, dejándole el cuarto a los míos cuando vengan de visita o prepararles la sala para que duerman cómodos. A tus hermanas viniendo a visitar cuando quieran. Tu esquina para poner tu yoga mat y estar haciendo Melting Heart Pose justo cuando estoy entrando por la puerta. “¿Llegaste del trabajo? No te oí llegar” dices tratando de no reírte. (Embustera, vas a pagar caro por eso). Que pienses dónde vas a sentarte para trabajar durante el día y busques los gimnasios más cercanos (De hecho te voy a pagar la membresía en el mío, si deseas, para que vayamos juntos. O vayas solita cuando quieras) y te imagines TODO porque TODO va a pasar.
Lamento mucho que no sea yo el que pudo disfrutarse ese momento hoy pero me alegra que hayas podido visitar con mi mamá. Se que muy pronto podrás estar ahí conmigo. Quería asegurarme que todo estuviera lindo y te sintieras cómoda y bienvenida.
También que vieras mi espacio, mi estilo y te sintieras un poquito más unida a mí. Más atraída. Más loca por mí de lo que ya estás. Que cuando sepas que estoy en casa, me imagines sentado en tu sofá o acostado en tu cama o comiendo de tus platos. Y cuando pienses en el futuro te imagines más realistamente nuestra vida juntos y dónde se va a desarrollar gran parte del comienzo.
Voy con todo para ti, bebé. Esto está pasando, es una realidad y soy tuyo, completo.
Recuerdo la noche que ambos caímos en cuenta que ya somos novios, que estamos enamorados y que esto va bien en serio y te pregunté con una risa nerviosa “My God, Are we doing this?” y me dijiste tapándote la carita y disimulando un respiro profundo de realización: “Yes we are!”.
Yes we are, baby.
Voy por ahí.
Te amo, inmensamente y todita.